Continúo con mis reflexiones sobre los
berrinches y rabietas que escribí hace un mes para esta etapa: “the terrible two” (en inglés suena más “cool”), referidos a
los “terribles dos (años)” que atraviesa mi adorada Sofía. Los que estamos con
ella aseguramos que es una época sorprendente, encantadora, divertida, por
momentos cómica pero por sobre todas las cosas muy difícil.
Uno se entusiasma porque la ve haciendo uso de
su incipiente independencia, queriendo hacerlo todo sola pero ese orgullo por
tanto avance se transforma en temor, impaciencia e imperiosa necesidad de
disciplinar tanto desborde. Es decir comenzar a poner límites.
Disciplinar es educar, instruir, enseñar,
organizar, ordenar según el diccionario los antónimos serían azotar, flagelar,
mortificar, todo lo que NO tenemos que hacer para lograr los necesarios
límites.
Los chicos a esa edad nos ponen a prueba todo
el tiempo. Explorando nuestros límites
de paciencia van descubriendo el mundo, y está en nosotros fijar con firmeza
puntos de referencia y apoyo seguro que le darán confianza.
En cada límite fijado con firmeza y amor iremos
sembrando las semillas del autocontrol.
Aquí van algunas pautas producto de mi
experiencia e investigación en el tema:
- El
no o el reto tiene que ser hecho con autoridad y firmeza. Aunque uno
sienta que nos desafían a la larga nos ganaremos su confianza y podrán ver
el “borde del precipicio” en cada acción que requiera límite. Tienen que
obedecer comprendiendo, es la única forma de crearles hábitos de conducta.
- Ante
situaciones límites donde se ponen en riesgo, llámese enchufes, correr o
esconderse en lugares abiertos, cruces de calle, etc. El NO tiene que ser
rotundo, si la tenemos clara ellos no dudan, inclusive me da mucho
resultado agacharme para ponerme a su nivel y hablarle mirándola a los
ojos.
- Tiene
que haber coherencia en los mandatos. Muy importante no dar “dobles
mensajes” sobre todo entre los padres. Esto es difícil pero fundamental. Sobre
los criterios habría que ponerse de acuerdo en privado. Las rutinas como el baño, las comidas, el
sueño y las reglas que ordenan el
comportamiento como no pintar en las paredes, recoger los juguetes,
no tirarlos porque sí, es fundamental que todos los que la estamos
cuidando digamos NO a las mismas cosas.
- Da
resultado ofrecerle alternativas ante el capricho y si no resulta darle
tiempo para que se le pase. Pero fundamental ser concretos. Cumplir y
sostener la decisión que tomemos.
- Dicen
que cuando uno educa es mejor un premio que un castigo. Me resulta
aplaudirla y festejarla cuando hace algo que ayer era motivo de capricho,
como por ejemplo guardar los chiches. Eso no significa que no la siga
persiguiendo con la corrección cuando hace algo indebido.
- Estar
atento y no cometer el error de pronunciar el NO respondiendo más al
estado de ánimo de uno que a la situación que uno está limitando. Si de
pronto uno es arbitrario no está mal reconocerlo y de forma sutil
recomponer la situación. Será un entrenamiento para más adelante cuando ya
mayores nos cuestionen y les tengamos que explicar que aparte de mayores
somos humanos e imperfectos.
- En
la marcación del límite si bien tiene que ser hecho con firmeza es fundamental
no perder el sentido del humor. No olvidarse que ellos aprenden casi todo
por imitación y observación. Nuestro comportamiento tiene que concordar
con el discurso, es la única forma que seamos creíbles. El buen humor es
indispensable para no fracasar.
- Está
bueno transformar tanto NO en sugerencias, presentando las prohibiciones
en algo más positivo. Un ejemplo sería en vez de decir “NO camines
descalza” decirle “está bueno que te pongas las medias y los zapatos así
no te resfriás y podemos ir a jugar a la plaza”. Explicar el NO sin
nombrarlo es un buen ejercicio en esta etapa de enseñanza.
En fin creo que los límites en esta etapa son
como un gran abrazo. Una forma de mostrarles nuestro amor y contención para que
se sientan seguros y protegidos.