La siesta nuestra de cada día

Otro hábito que acompañará a Sofía  toda la vida,  es LA SIESTA.  Ese descanso un ratito después del almuerzo tan beneficioso durante los primeros cinco  años y siempre que las actividades ya de adulta se lo permitan.

Etimológicamente hablando siesta es la hora sexta, ya que los romanos dividían el tiempo diurno en doce horas, por lo tanto la sexta o siesta es la mitad del día, entre las 14 y 15 horas.
Todos los pediatras coinciden en que ese sueñito reparador les permite a nuestros niños estar más tranquilos, menos irritables, más sociables, más atentos y sobre todo les ayuda a asimilar mejor todo lo aprendido durante el día, es algo así como “resetearse” para  enfrentar las horas antes del descanso nocturno.  Y es fantástico  ya que esas son las horas que puede disfrutar  con sus padres, teniendo una calidad de ánimo mucho más dispuesto y feliz.
Por lo que hablo con otras abuelas y mis memorias  de mamá sé que si bien es cierto que dormir es una necesidad fisiológica, no todos los niños  responden de la misma manera.  Cada organismo tiene su propia necesidad, de cualquier manera mi experiencia me dice que a pesar de lo estimulante que es  el mundo actual que los impulsa a “no perder un minuto de tiempo” para explorarlo todo, es imprescindible crear el hábito.
A Sofía no la fuerzo pero sí le fui  preparando el ambiente desde chiquita para que  tome la siesta como algo agradable que viene cerquita de la finalización de la comida del mediodía.
Ahora que está más grande no es tan fácil como años anteriores, pero igual es parte de su rutina. Nos ponemos de acuerdo con Nilda, la otra abuela para que lo haga siempre a la misma hora, en un ambiente tranquilo,  media luz como para que diferencie la siesta del dormir nocturno, con ropa cómoda y la cama arreglada, mantener la habitación a una temperatura confortable, algunas veces pide que le lea un cuento, otras que le cante, otras que le ponga alguna de sus músicas preferidas, pero ella sabe que el descanso  es fundamental.
De cualquier manera yo creo que todos los niños emiten señales que tenemos que aprender a reconocer, bostezos, irritabilidad, berrinches injustificados, restregarse los ojitos, y otras señales propias de cada niño  que los papás, abuelas o quienes los cuidan  las ven como indicadores. No hay que dejar pasar mucho tiempo para proceder y encontrar el método para llevarlos a la cama, si están muy cansados es más difícil que concilien  el sueño.
Hay que tomar conciencia que la siesta es algo gratificante para los niños y también para los que están a cargo. Unas horas de sueño marcan la diferencia entre un apacible y reconfortante momento después de un día de trabajo (en el caso de los padres que regresan) o una tarde olvidable, donde padres e hijos terminan irritados.
El tiempo de duración de la siesta fue disminuyendo desde que Sofía era bebé hasta ahora que tiene 3 años. Si bien todos apuntan a decir que los niños a partir de los cinco años ya no duermen más siesta, yo  creo que si las actividades escolares lo permiten es fundamental seguir con la rutina de ese descanso después del almuerzo. Ya no será de tanto tiempo y hasta puede ser que no concilien el sueño pero un momento relajante en su habitación carga las pilas para encarar el resto del día.

Igual esto se los cuento dentro de unos años por ahora sigo disfrutando de las novedades que me depara Sofía en cada uno de nuestros encuentros.