Las rabietas o berrinches
aparentemente incontrolables y sin sentido de Sofía más que inquietud me
provocaron un desafío.
No
descubro nada al decir que las emociones rigen nuestras vidas, reconocerlas
primero y encauzarlas después nos darán
el equilibrio y armonía necesarios para afrontar el día a día.
Por
eso pensé, ahora que tengo la oportunidad que mis hijos me dieron de transitar
con más tiempo esta primera infancia de mi adorada Sofía ahora y pronto de mi
ya querida Nina, aplicar mis mejores
conocimientos y experiencias en motivar y desarrollar su inteligencia
emocional.
De
alguna manera la tradicional educación escolar -salvo escuelas como Waldorf o Montessori, que son las líderes en estas disciplinas- se inclina al
desarrollo de otras inteligencias como la lingüística, matemática, espacial o
musical. La inteligencia emocional la dejan para los gabinetes psicopedagógicos. Así que nos toca a nosotros, los que estamos
en la convivencia casi diaria con esos tiernos seres moldeables, darles las
herramientas para manejar sus emociones .
·
La
ira – reconocerla y dominarla
Por
unos días no pudo comer dulces. Eso la enfureció y descontroló. No hizo falta
la violencia sólo hablar, explicar, entender su llanto y acompañarla en “esa
terrible pérdida” el caramelo después del almuerzo. No minimizarlo, entenderlo
y sentir su dolor como propio. Fue mágico, lo entendió y al día siguiente la
compota de manzana pasó a ser su manjar dulce elegido.
·
El
miedo, la alegría, la tristeza, la vergüenza
– saber qué son
Subir
a un tobogán alto o hamacarse “hasta el cielo” pueden dar miedo. Hablarlo,
nombrarlo es el primer paso para examinar eso que le está sucediendo.
Al
principio el desafío no logrado provoca tristeza, más tarde alegría
cuando sí lo alcanza. Simples situaciones, hay muchas más, todas son oportunidades para hablar y enseñarle
a explorar sus diferentes emociones. La vergüenza ante un mayor sea niño o
adulto también se logrará vencer si lo sabe reconocer. Día a día avanza, sólo
entendiendo lo que le pasa.
·
Las
emociones por su nombre
Es
importante que vaya reconociendo sus estados de ánimo con nombre y apellido,
como le gusta a ella darle a todos los que intervienen en sus juegos. “Estoy enojada
porque no me llevás a comprar un helado”,
“tengo miedo de subirme tan alto si no estás cerca mío”, “estoy contenta
porque hoy voy a andar a caballo”. Cuando lo dice va identificando sus
emociones y casi jugando aprendiendo a entender sus reacciones.
·
Razonar
después de una rabieta
Cuando
todo se calma, si la ira fue descontrolada y sin sentido,
volver ya tranquilas sobre el tema. No dejarlo pasar. Explicarle que se pueden
expresar los sentimientos y las molestias.
Ya empieza a entender el valor
del diálogo y los sentimientos que sus gritos, llantos o tristeza provocan en
los otros.
“Cómo
pensás que me siento cuando te enojás y no sé la razón?”, “Entendés mi tristeza
cuando no puedo parar tu llanto”, “Sabés
lo mal que me siento cuando no me dejás abrazarte?”, me mira con sus
expresivos ojos de chocolate con leche y
sé que me entiende porque al rato aparece la Sofía arrepentida enarbolando un “… perdón abu”.
·
La
democracia desde el inicio
Una
forma de lograrlo es después del diálogo y sabiendo que hay un entendimiento,
lograr un acuerdo. Hacer un pacto a futuro, para poder recordarlo en otras
contiendas. Porque las diferentes
emociones volverán a aparecer y habrá que reforzar lo conversado muchas veces
hasta que se hagan pequeños hábitos.
·
Poder expresar
y saber escuchar
Ahora
que ya conoce sus sentimientos y los llama por su nombre tiene que
expresarlos. De a poco lo va logrando y
las rabietas son cada vez más cortas.
El
valor de poner en voz alta tanto lo que le da felicidad como lo que la inquieta
le da las herramientas indispensables para los nuevos escenarios donde
desarrollará su vida.
La
consigna de no hablar mientras los demás hablan también lo va entendiendo.
Cuando discutimos y ella grita sus argumentos encima de los míos, espero un
rato y cuando le explico lo hago
despacio, mirándola a los ojos y cuando termino le pregunto si me entendió y
sobre todo si está de acuerdo con lo que le dije. Sólo cuando logro su
afirmación, doy por terminada la charla. De esa forma me cercioro que el pacto
que hicimos es serio y podré recordárselo en algún otro desencuentro.
Estos
son algunos tips que comparto como abuela, pero obviamente son los papás en el
hogar donde mis nietas aprenderán a desarrollar su inteligencia emocional.
Ellas los tienen como referente y
primer modelo de imitación, y si de algo estoy segura es que ambas están
en maravillosas manos.
Para
interiorizarse más sobre este tema es importante leer Inteligencia Emocional de
Daniel Goleman y específicamente aplicado a
los niños en un reportaje a este autor en este sitio: http://blog.tiching.com/daniel-goleman-los-ninos-aprenden-la-inteligencia-emocional-en-la-vida-real-especialmente-cuando-son-jovenes/